Cada texto o pseudo análisis que he leido de
Breath terminan en lugares comunes. El peor: vanas comparaciones con el resto de su filmografía, ensombreciéndola a la luz de obras como Hierro 3 y Primavera, Verano, Otoño, Invierno y otra vez Primavera. Breath no es perfecta, pero si un intento profundo y ¡si! creativo sobre la fragilidad del ser humano, sus búsquedas, sus defectos, etc.
Y el
ensayo que me he robado de
quarto 2046 lo confirma y lo lleva más allá. Tengo que decir, que no había leído algo tan honesto sobre Aliento:
"A pesar de haberme gustado - me gustan las cosas que me incomodan- no sabría decir si entendí Breath. ". Talvez ésta es la humildad que le ha faltado a los otros.
Gracias a
Dai y a
Sara por su colaboración. Y desde ya pido disculpas si en algún momento la traducción - hecha por mí - se aleja del sentido orginal de sus ideas.
Para leer el texto en su idioma original
aquí.
“La vida es así, hecha a golpes de pequeñas soledades"La frase de Roland Barthes, en La Cámara Lúcida, podría sintetizar la filmografía de
Kim Ki-Duk. Director valioso, arriesgaría a decir que, en los últimos años, después del éxito de su exquisita Hierro 3 (Bin Jip), Ki-Duk se viene debatiendo en una temática recurrente en torno a la incomunicabilidad en las relaciones y lo trágico de las pasiones humanas.
Pelo menos así recibí películas como Time, Aliento y la más reciente Dreams. Sus últimas, que presentan como personajes centrales matrimonios infelices, aprisionados en sus rutinas y en la impotencia ante el destino.
Él retoma elementos presentes en sus obras mas reconocidas (Hierro 3 y Primavera, Verano, Otoño, Invierno y otra vez Primavera), pero, en esta etapa, su estética de la pérdida y del aislamiento parece servir a una tesis que yo arriesgaría a clasificar de anti-romántica.
Explico: el director se empeña en deconstruir los clichés de la realización afectiva, siendo casi agresivo al comunicar su visión anti-pasional al público.
Por eso, la audiencia adepta a los finales felices debe guardar distancia de las últimas obras de Kim Ki-Duk. Él no tiene ningún deseo de sonar agradable o alardear paz y armonía. Su misión es instalar lo incómodo. Es mostrar la cicatriz de la duda en el inmaculado aparente. Es decir, "no donut for you". Nada de comercial de margarina.
Aliento (Soom) es una película que merece algunos párrafos. Golpe en el estómago es una metáfora rasa para el malestar que proporciona. Un matrimonio vive una vida en común donde la repartición de la casa, la mesa, la cama y las tareas diarias resume la profundidad de la unión. Los muebles claros, los ambientes limpios y minimalistas, las camisas blancas extendidas en el tendedero parecen gritar, sofocados de silencio y tedio. Y el silencio de Kim Ki-Duk es estridente. A lo largo de la película, el sentimiento de insastifacción va haciéndose más evidente y contaminando los espacios. La perspectiva de la cámara contribuye a denunciar la distancia entre la pareja. Al paso que un
close up muestra el instantáneo vínculo entre extraños que, inesperadamente, se convierten en amantes. La ausencia de diálogos expresa una narrativa que ocurre de adentro hacia afuera. Lo no dicho, si, es importante. Y aparece en los escenarios de la película con la presencia imponente del arte. No por acaso el personaje principal, recreada por la excelente Ji-a Park, que busca superar su infelicidad conyugal en los brazos de un homicida condenado a muerte (Chang Chen), guarda en un cofre de su casa una escultura de un busto femenino con una ala irrumpiendo de las entrañas.
Si,
la infelicidad duele y revienta por dentro. Y el deseo de volar mas allá del balcón donde relucen las camisas impunemente limpias del tendedero es algo que desatina. La vida limpia, aseada y correcta es nada menos que un implosivo gran montón de sangre y mierda. No confíe en nada que este en la superficie.
Y éste deseo de libertad de la mujer silenciosa tropieza con el del enigmático prisionero, que vive en una cárcel real con la inminencia de la muerte. De principio, desconocemos sus crímenes y la razón de su culpa, aunque quede claro que causó daños graves a alguien. Un homicida-suicida mudo, que la cámara de Kim Ki-Duk encuadra como dulzura amorosa - mérito, también, del lindo rostro de Chen, sin duda.
A pesar de haberme gustado - me gustan las cosas que me incomodan- no sabría decir si entendí
Breath. ¿Un regreso a la inocencia? ¿Una expiación de la culpa? ¿La pasión imposible como válvula de escape de las prisiones (materiales o no)? ¿Y al mismo tiempo, como preludio espiritual de la tragedia?
La decoración alusiva a las estaciones del año (nuevamente ellas), llevada por el personaje femenino a la celda del condenado, ¿sería un ritual de purificación? Y la absorción del aliento casi hasta la muerte, ¿un intento de aspirarle la culpa? No sé si alcancé las pretensiones del director al guiar a aquella mujer de frustraciones tan comunes por una trayectoria tan poco común, pero, creo que ella quería dar algo bueno a aquel hombre sin esperanza, como único medio de rescatar la propia. Un reinicio que parte de un necesario fin.
Sensual e lleno de referencias espiritualistas, Kim Ki-Duk se expone a participar en la película justamente como el director carcelario
voyeur, que monitorea en video los coloquios afectivos del prisionero y de la visitante. Un espectador de lo que hay de bello y seductor en la tragedia humana.