* Aunque “Il Mare” parta de una premisa fantástica un tanto infantil, y tenga asimismo algunos elementos fantásticos un tanto rebuscados, tarda muy poco en deleitar los sentidos, y poco más en configurarse como una madura reflexión, en toda regla, de las relaciones sentimentales y los vacíos emocionales. Ese elemento fantástico introduce en una historia sobre amores imposibles, que podría partir de cualquier otro antecedente, quizá más realista, pero que no haría la película por ello más atractiva, o mas acertada en su reflexión sobre la soledad y los sentimientos.
* Todo aspecto fabuloso queda en un segundo plano, aunque nos lanza buenos puntos de apoyo para especular sobre la extraña situación de Sung-hyun y Eun-ju, y sobre ensueños temporales. Como digo, pese a la interesante abstracción en que podríamos embarcarnos sobre la premisa de la película y sobre algunos incidentes del desarrollo del relato, todo ello queda supeditado al componente dramático y romántico; tanto que queda eclipsado; tanto que “Il Mare” podría considerarse como una magna obra del realismo fantástico, por hacernos perder de vista su carácter fantasioso, y presentarnos la historia como algo tan real que podría pasaros a cualquiera: ¿Quién dirá de “Il Mare” que es cine fantástico, irreal, ciencia ficción? ¿Quién no se identifica con sus personajes? ¿Quién considera más real lo que cuenta el cine de Hollywood? Creo más posible intercambiar cartas con Emily Brontë, que vivir una de las aventuras de Tom Hanks o Angelina Jolie, o uno de los amoríos de una Sandra Bullock cualquiera.
* Todo un retrato, vivo y de exquisita belleza, de la soledad; de la soledad que palpita en muchas figuras del film, y en cada uno de los ambientes que plasma. “Il Mare” es un refugio en todos los sentidos: como película, para el espectador; como vivienda (la de la historia), para los protagonistas. Ambos personajes vinculados a la casa, como inquilinos en diferentes épocas; relacionados entre si por ese impulso que les llevó a instalarse en ella, buscando un fortín para sus cuitas emocionales; y por una broma cósmica, que hace que puedan comunicarse a través del buzón de la entrada: todo el mundo está conectado entre si, y los que sufren… más.
* Todo en la película tiene un efecto balsámico que actúa sobre nosotros y sobre los personajes. Sung-hyun bautiza su nueva residencia como “Il Mare”, buscando un remanso de paz, algo que solo al nombrarlo lo reconforte, trayéndole a la mente una imagen plácida… quizá, las apacibles costas de Italia; o la idea que este arquitecto coreano tenga de ellas. “Il Mare” parece aislada del mundo, querer escapar mar adentro, como sus protagonistas, y huir de cualquier cosa que pueda volver a herirlos. La marea alta que aísla la casa parece protegerlos de todo mal. La visión del vasto océano, y la cadencia de las olas, adormece sus ansiedades, los mece, consuela… el mismo efecto de la presencia del perrito “Cola”, de algunos apacibles entornos a los que huyen de vez en cuando, la magníficamente bien elegida música que acompaña la película, su fría imagen, y una virtud del cine oriental: un ritmo sosegado que nos da la oportunidad de rumiar lo que estamos viendo… Provoca un estado anímico perfecto para poder hundirse uno en la trama emocional del film. Todo perfectamente aliado y orientado a un efecto. “Il Mare” es terapéutica; de esas películas que te amansan y “limpian”, como si cada marea de ese “mare” se llevase consigo impurezas nocivas de nuestro ánimo.
* Película cargada de paradojas. Me encanta el hecho de que los protagonistas hayan sido lanzados al vacío de la soledad debido al alejamiento físico de sus parejas, pero se consuelen venciendo otro tipo de distancias, en apariencia más insalvables. La separación física les sume en el abatimiento, los empuja a aislarse para huir del dolor, pero salvan una distancia temporal irresoluble que los reanima, y acudiendo a figuras igualmente solitarias con las que se identifican: el perrito, el pececito… Visto así, la película, que a priori podría parecer una glacial apoteosis del vacío y la extenuación afectiva, lanza una mirada optimista y positiva, un poco difícil de asir entre tanta recreación del aislamiento, pero reconstituyente. “Il Mare” es una alegoría del paso del tiempo, y de la forma que este tiene de curar heridas, poco a poco, en un lento proceso paulatino, que a veces de forma imperceptible, como las mareas, produce cambios incuestionables.
* Como en muchas de las obras de otros autores orientales (Miyazaki, Kim Ki-duk…) es importantísima la personalidad de los espacios, dotar de un carácter propio, ligado al de los protagonistas, algunos de los enclaves del film; en este caso, la casa, que ofrece a los protagonistas un reflejo de ellos mismos, y un refugio que, a su imagen y semejanza, al resguardo del mundo, les ahorra la vulnerabilidad de encerrarse simplemente en si mismos. “Il Mare” podría ser una “Casa Usher”, y no sorprendería verla derrumbarse junto con los personajes.
* Aunque “Il Mare” parta de una premisa fantástica un tanto infantil, y tenga asimismo algunos elementos fantásticos un tanto rebuscados, tarda muy poco en deleitar los sentidos, y poco más en configurarse como una madura reflexión, en toda regla, de las relaciones sentimentales y los vacíos emocionales. Ese elemento fantástico introduce en una historia sobre amores imposibles, que podría partir de cualquier otro antecedente, quizá más realista, pero que no haría la película por ello más atractiva, o mas acertada en su reflexión sobre la soledad y los sentimientos.
* Todo aspecto fabuloso queda en un segundo plano, aunque nos lanza buenos puntos de apoyo para especular sobre la extraña situación de Sung-hyun y Eun-ju, y sobre ensueños temporales. Como digo, pese a la interesante abstracción en que podríamos embarcarnos sobre la premisa de la película y sobre algunos incidentes del desarrollo del relato, todo ello queda supeditado al componente dramático y romántico; tanto que queda eclipsado; tanto que “Il Mare” podría considerarse como una magna obra del realismo fantástico, por hacernos perder de vista su carácter fantasioso, y presentarnos la historia como algo tan real que podría pasaros a cualquiera: ¿Quién dirá de “Il Mare” que es cine fantástico, irreal, ciencia ficción? ¿Quién no se identifica con sus personajes? ¿Quién considera más real lo que cuenta el cine de Hollywood? Creo más posible intercambiar cartas con Emily Brontë, que vivir una de las aventuras de Tom Hanks o Angelina Jolie, o uno de los amoríos de una Sandra Bullock cualquiera.
* Todo un retrato, vivo y de exquisita belleza, de la soledad; de la soledad que palpita en muchas figuras del film, y en cada uno de los ambientes que plasma. “Il Mare” es un refugio en todos los sentidos: como película, para el espectador; como vivienda (la de la historia), para los protagonistas. Ambos personajes vinculados a la casa, como inquilinos en diferentes épocas; relacionados entre si por ese impulso que les llevó a instalarse en ella, buscando un fortín para sus cuitas emocionales; y por una broma cósmica, que hace que puedan comunicarse a través del buzón de la entrada: todo el mundo está conectado entre si, y los que sufren… más.
* Todo en la película tiene un efecto balsámico que actúa sobre nosotros y sobre los personajes. Sung-hyun bautiza su nueva residencia como “Il Mare”, buscando un remanso de paz, algo que solo al nombrarlo lo reconforte, trayéndole a la mente una imagen plácida… quizá, las apacibles costas de Italia; o la idea que este arquitecto coreano tenga de ellas. “Il Mare” parece aislada del mundo, querer escapar mar adentro, como sus protagonistas, y huir de cualquier cosa que pueda volver a herirlos. La marea alta que aísla la casa parece protegerlos de todo mal. La visión del vasto océano, y la cadencia de las olas, adormece sus ansiedades, los mece, consuela… el mismo efecto de la presencia del perrito “Cola”, de algunos apacibles entornos a los que huyen de vez en cuando, la magníficamente bien elegida música que acompaña la película, su fría imagen, y una virtud del cine oriental: un ritmo sosegado que nos da la oportunidad de rumiar lo que estamos viendo… Provoca un estado anímico perfecto para poder hundirse uno en la trama emocional del film. Todo perfectamente aliado y orientado a un efecto. “Il Mare” es terapéutica; de esas películas que te amansan y “limpian”, como si cada marea de ese “mare” se llevase consigo impurezas nocivas de nuestro ánimo.
* Película cargada de paradojas. Me encanta el hecho de que los protagonistas hayan sido lanzados al vacío de la soledad debido al alejamiento físico de sus parejas, pero se consuelen venciendo otro tipo de distancias, en apariencia más insalvables. La separación física les sume en el abatimiento, los empuja a aislarse para huir del dolor, pero salvan una distancia temporal irresoluble que los reanima, y acudiendo a figuras igualmente solitarias con las que se identifican: el perrito, el pececito… Visto así, la película, que a priori podría parecer una glacial apoteosis del vacío y la extenuación afectiva, lanza una mirada optimista y positiva, un poco difícil de asir entre tanta recreación del aislamiento, pero reconstituyente. “Il Mare” es una alegoría del paso del tiempo, y de la forma que este tiene de curar heridas, poco a poco, en un lento proceso paulatino, que a veces de forma imperceptible, como las mareas, produce cambios incuestionables.
* Como en muchas de las obras de otros autores orientales (Miyazaki, Kim Ki-duk…) es importantísima la personalidad de los espacios, dotar de un carácter propio, ligado al de los protagonistas, algunos de los enclaves del film; en este caso, la casa, que ofrece a los protagonistas un reflejo de ellos mismos, y un refugio que, a su imagen y semejanza, al resguardo del mundo, les ahorra la vulnerabilidad de encerrarse simplemente en si mismos. “Il Mare” podría ser una “Casa Usher”, y no sorprendería verla derrumbarse junto con los personajes.